24 de Marzo era el día que marqué
en mi calendario tras la Behobia-San Sebastián
para atacar el dorsal rojo de la misma, o, lo que es lo mismo, para
intentar bajar de 1 hora y 38 minutos, pero como ya os comenté en un post
anterior, abandoné este objetivo después de no seguir el plan de entrenamiento
que me había planteado.
Ultimos preparativos |
De este modo, me plantaba en la
línea de salida de la Mitja Marató de la Calçotada en Valls, tierra de los
calçots y los castells, sin tener absolutamente ni idea del tiempo que podía conseguir,
tras llevar una temporada corriendo bastante poco y sin gps ni reloj.
Mi mejor tiempo en Media Maratón
(conseguido el año pasado en esta misma carrera) era de 1:47’46” así que me
fijé el objetivo, que consideraba bastante realista, de bajar de una hora y
tres cuartos, para lo que intentaría correr a 4:55 el kilómetro, dejándome un
margen por si me desfondaba en la parte final.
La salida se dio a las 10 en
punto y los 450 inscritos (más que en la edición pasada, al no coincidir con la
Maratón de Barcelona) cruzamos la línea de salida que el día anterior había
sido la de meta en la penúltima etapa de la Volta a Catalunya, frente al
Pavelló Xavier Tondo, como homenaje al ciclista “vallenc” que perdiera la vida
hace pocas temporadas.
Salida de la carrera |
Como es
habitual, salí demasiado rápido, marcando un primer parcial de 4:33 a partir
del cual bajé el ritmo para ir marcando tiempos de entre 4:40 y 4:50 en los
siguientes 4 kilómetros.
Al parecer, aún no he perdido toda la velocidad que cogieron mis piernas para
la Behobia, así que decidí intentar rodar a un ritmo superior al planteado
antes de la carrera manteniéndome en estos parciales.
Aproximadamente
en el kilómetro 5, a
la entrada de Alió, se encontraba el primer avituallamiento que no me sentó
demasiado bien ya que, tras el primer trago me entró flato, aunque se me pasó a
los pocos metros.
Primeros metros |
Es en este pueblo es donde la
carrera de 10,5
kilómetros y la media maratón se separan; mientras los
de la carrera corta giran 180 grados para volver sobre sus propios pasos, los de
la larga girábamos a la derecha por un callejón para encarar el tramo más duro
y, a continuación, el más bonito de la carrera. El primero de ellos lo
conforman la subida al puente que pasa sobre la carretera principal y la
posterior rampa que, aunque cortas, tienen bastante pendiente y se pueden
llegar a atragantar. Por suerte para mí, las piernas seguían más o menos
frescas y subí a buen ritmo para afrontar mi parte preferida: un camino
estrecho (pero bien asfaltado) que zig-zaguea entre viñas y campos de olivos
con ligeras subidas y bajadas y que nos llevan hasta la localidad de Bráfim.
Nos plantamos en las calles del
pueblo poco antes de cruzar el kilómetro 10 y me tomé un gel antes de llegar al
segundo avituallamiento que se encuentra a la salida del pueblo, mientras un
espectador se deja la voz animando… aunque de forma poco afortunada, ya que no
paraba de repetir que “ya casi estáis”, cuando quedaba más de media carrera.
A partir de este punto, tocaba
correr lo más arrimado al arcén posible ya que los coches circulaban por el
carril contrario, eso sí, despacio y, en algunos casos, animando a los
corredores.
Al paso por el kilómetro 14 mis
piernas empezaron a notar el cansancio y bajé un poco el ritmo que hasta ese
momento era de 4:44 aunque me mantuve en parciales similares, preparándome para
el paso por Puigpelat. La entrada a esta localidad es en subida y tras
atravesar el pueblo afrontabamos una bajada muy pronunciada haciendo “eses”
que, a estas alturas, lejos de servir para subir el ritmo, sirvió para machacar
un poco más las piernas.
Tercer avituallamiento y se
acercaba mi momento más temido, donde peor lo pasé el año pasado: un tramo de
unos dos kilómetros que nos llevan hasta el kilómetro 17 en constante aunque
suave subida. Aunque ya empezaba a estar
petado, lo pasé sin mayores dificultades y tras recibir los ánimos del ganador
del año pasado Xavi García, quién no paraba de dar aliento a todos los
corredores, afrontaba la recta laaaarga que me llevaría hasta el 20.
Recta de meta |
Fue aquí donde empecé a sufrir y
me desfondé. Las piernas me pesaban como si fueran de plomo e intentaba a duras
penas mantener un ritmo decente marcando un parcial de 5:05 en un tramo
totalmente llano.
A pesar de ello, seguía
manteniendo un ritmo medio de 4:48 lo que me motivaba para no echar la toalla.
Alargué las zancadas en la zona de bajada antes de la última pequeña rampa para
contrarrestar la “clavada” que preveía y tras tomar dos segundos de aliento en
un mini llano, me dejé llevar cuesta abajo por la recta de meta donde “mis fans”
me estaban esperando para animarme.
Crucé la línea de meta en
1:41’26” marcando un crono mucho mejor de lo que me esperaba, contento,
orgulloso… Y MUERTO! Nada más cruzar la meta me senté en el suelo a recuperarme
y tuve que informar a los de la Cruz Roja (que me miraban preocupados) que me
encontraba bien y que sólo necesitaba recuperar el aliento.
Tras recoger la bolsa del
corredor y mi avituallamiento (agua, plátano, naranja, coca, Aquarius y cerveza
sin alcohol) sólo quedaba recoger el premio que me había tocado en el sorteo de
obsequios de los patrocinadores!
Una vez duchado y tras masajear
mis muslos destrozados con una crema de frío para recuperarlos del esfuerzo,
era hora de disfrutar de aquello que da nombre a esta carrera: una buena
calçotada!
Al final he sacado tres
conclusiones (y una mejor marca personal) en esta carrera:
1- Si
hubiese seguido el plan de entrenamiento, habría conseguido el dorsal rojo!
2- Tengo
ritmo, lo que no tengo es resistencia.
3- Los
excesos al principio, se pagan al final!!!
Muerto... pero contento! |
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