10 abr 2025

MARATÓN DE ZARAGOZA 2025

 

Sufrir mucho y disfrutar más

   El año pasado me planteé uno de esos retos tontos que a mí me gustan: como cumplía 42 años, tocaba correr 42 kilómetros, o, lo que es lo mismo, tocaba volver a enfrentarse a la distancia de Filípides.

   Finalmente, no se dio en 2024, pero tenía ganas de hacer una maratón en la que me sintiera orgulloso y, tras plantearme intentar bajar de 3:30, mi hermano (del que, por desgracia, me fío cuando hace cálculos sobre lo que soy capaz de hacer) me calentó para atacar el 3:15.

   No partía en muy buen estado de forma cuando empecé a prepararme y no seguí demasiado (por no decir prácticamente nada) el plan de entrenamiento que me creé, lo que hizo que el problema fuera la resistencia. Semanas de 2 o 3 días de entreno, tirada más larga de 24 km, un par de esguinces leves y algún resfriado que no dejaban coger la constancia necesaria…

   Aun así, estaba rápido y dentro del planning, decidí correr a finales de enero los 10K de Vilafranca y en Marzo la Mitja Marató de Balaguer. Según las tablas de predicción de tiempo en maratón en función de lo conseguido en distancias menores, debía ser capaz de correr en menos de 42 y de 1:33 respectivamente estas dos pruebas y lo conseguí con un 41:56 en Vilafranca y 1:29:50 en Balaguer. Mi segundo mejor 10.000 y mi mejor media, mejorando en más de 3 minutos la anterior.

  Los pensamientos oscilantes que lo mismo hacían que me viniera arriba pensando en mi velocidad que que me acojonara pensando qué pasaría a partir del km 25, me acompañaron hasta la misma capital de Aragón en el primer fin de semana de Abril.

   Tras semanas de lluvia y mal tiempo, llegamos a Zaragoza en los primeros días realmente primaverales del año con el cielo azul y una temperatura muy agradable, pero con muchas nubes de duda en mi cabeza sobre lo que pasaría al día siguiente. Veía bastante claro que el 3:15 no saldría, confiaba en, al menos, salvar el 3:30 y me consolaba pensando que muy mal tenía que salir todo para que no consiguiera, como mínimo, mi mejor marca en los 42.195 metros.

Aquarius y energía para la carrera!

  
Después de pasar a recoger el dorsal y la bolsa del corredor era el momento de hacer un poco de turismo y cenar algo por la zona del tubo, donde los Aquarius que me pedía contrastaban y mucho, con las cervezas, vinos y otros licores que llenaban las manos y gargantas de la gente que abarrotaba la zona. (Pequeña mención a la ingente cantidad de despedidas de soltera y soltero que se sucedían por todo el centro…). Y de allí al hotel. Hora de descansar. O, al menos, de intentarlo! Los nervios hicieron su trabajo y la noche se hizo muy larga. Me costó dormir y me desperté infinidad de veces, algo con lo que ya contaba, ¡¡¡que me conozco!!!

   Domingo 6 de Abril de 2025. Es el momento. Ya solo queda plantarse en la línea de salida, en la misma Plaza del Pilar y darlo todo! Llegamos a la zona con tiempo para poder ir al guardarropa, hacer una última visita al señor Roca y acabar de reconocer la zona por la que más veces pasaría la carrera ya que el circuito está claramente diseñado para que, sin apenas desplazarte, alguien pueda verte hasta en 8 ocasiones. Y como a uno le gustan los mapas, analizarlos y hacer cálculos, le había preparado a mi cheerleader particular un plano con los sitios y horas de paso aproximadas para poder ir viéndonos a lo largo de la carrera.


  Tras un rato refugiados en los soportales de la plaza (a pesar del día soleado, a las 8 de la mañana el aire sigue siendo frío) llega, por fin el momento de plantarse en el cajón de salida azul, el de los que queríamos acabar entre 3 y 3 horas 30 minutos, rodeados por el resto de los 1.800 participantes de la maratón. Me acerco a la liebre de 3:15 para agradecerle el trabajo por adelantado (spoiler: después me arrepentiré de esto) y ya le adelanto que voy a seguirle hasta donde pueda porque soy consciente de que es muy difícil que lo consiga hasta la meta.

   8:30. Pistoletazo de salida. Arranca la 18ª edición de la Mann Filter Maratón de Zaragoza. 42.195 metros por delante. Ritmo objetivo: 4:37.

   Salgo un poco más atrás que la liebre, saludo a mi animadora que está unos metros después de la línea de salida y paso el primer kilómetro buscando situarme entre la multitud de corredores y acercándome poco a poco al pacer. El GPS marca 4:15. Vamos muy rápido!


   Las sensaciones de los primeros kilómetros no son demasiado halagüeñas y me noto un poco atascado. Voy en el grupo y no me cuesta seguir el ritmo, pero, a la vez, no me noto fluido y a esto se unen, aproximadamente en el km 5, las ganas de mear.

Primeros kilómetros

Intento no pensar en ello y confío que, como me ha pasado en otras ocasiones, con el paso de los kilómetros, éstas desaparezcan.

   En el kilómetro 6 nos cruzamos con la cabeza de carrera que se acercan ya al 9 y alucino, como siempre, con la zancada de los atletas Kenianos que parece que vuelan sobre el asfalto sin ningún esfuerzo.

   El recorrido de la carrera en general es bonito, pero entre el 6 y el 9 es un poco anodino discurriendo entre edificios residenciales que no aportan gran cosa y donde, además, no hay apenas público, algo que sigue pasando tras volver a cruzar el Ebro por tercera vez y adentrarnos en lo que fuera la Expo del Agua. Aquí, en los siguientes 5 km los edificios de aquel evento, hacen que la ausencia de gente se note menos por poder ir disfrutando de la arquitectura del lugar. Es en esta zona donde me tomo el primer gel y donde se empieza a notar el calor primaveral ya que más allá de algunos pequeños árboles, no hay prácticamente nada de sombra y, en este momento, tampoco corre apenas viento.

Expo del Agua

   Volvemos al cauce del río más caudaloso de España, enfilando nuevamente hacia el epicentro de la carrera y de la ciudad y, aunque las sensaciones han mejorado y me siento más liviano, la llamada de la naturaleza no ha aflojado y voy viendo claro que, en algún momento, más cercano que lejano, tendré que parar a aliviarme.

   Otro puente sobre el río, esta vez dirección sur, nos lleva al centro donde reaparece el público y aprovecho para darle a mi utillera (cheerleader, animadora, utillera, reportera… viva el pluriempleo!!!) los manguitos que me he quitado tras toda la zona de la Expo en la que el sol apretaba con ganas. Volvemos a pasar junto al mercado, por Plaza España, Paseo Independencia arriba y abajo y vuelta a cruzar el Ebro por el mismo puente.

   Estamos en el kilómetro 18 y ya no aguanto más. Por suerte, veo a lo lejos un aseo, y acelero un poco el ritmo para ganar algo de margen sobre la liebre antes de parar. Realmente, tenía muchas ganas y vacío más de lo que he bebido durante la carrera! Una vez más, me he sobre hidratado en la previa y lo estoy pagendo. Salgo y veo a mi grupo al final de la larga recta en la que nos encontramos y entiendo que si quiero acercarme al objetivo, toca apretar para volver a contactar con ellos.

Intentando volver a contactar con el pacer

En ese momento no soy consciente de ello, pero el pacer ha ido demasiado rápido desde la salida y acabará la carrera en 3:12, unos 4 segundos menos por kilómetro del ritmo objetivo, lo que supone muchísimo cuando ya estás intentando algo que sin ese extra ya es difícil. A eso se le suma el sobreesfuerzo que hago durante unos 5 km intentando volver a juntarme con la grupeta, que provoca que, en el kilómetro 24, cuando ya los tenía muy cerca, desista del intento porque veo que voy a reventar. Mis cuádriceps están sufriendo y me arrepiento de no haber
metido más montaña en la preparación para coger fuerza.

   Cruzamos el puente de Hierro y nada más ver a Jenny le digo que llevo las piernas al pil pil. Me anima y sigo adelante, pero es evidente que empieza otra carrera diferente y tras 1,5 km de ida y otro tanto de vuelta por la misma avenida, en la subida con la que empieza el kilómetro 27, dejo de correr por primera vez y recorro unos metros andando intentando dar un poco de descanso a las piernas. A partir de aquí se trata de sobrevivir, pero no sin dejar de disfrutar y, al igual que ya había hecho hasta este punto, me dedico a agradecer los ánimos al público, a saludar a los DJs que amenizan el recorrido, a chocar la mano a los niños que lo piden… Lo hago, en parte, porque soy así y lo disfruto, pero, también, porque me ayuda a sobrellevar el cansancio y el dolor de piernas.

Sufriendo...

  
El diseño del recorrido no ayuda para nada en este momento porque tras haber pasado por el centro 7 veces en 27 kilómetros, que es donde más ambiente hay con diferencia, ahora nos alejamos para no volver hasta el final de la carrera y nos encontramos con dos tramos duros, uno a nivel mental y el otro en lo físico. El primero es una larguísima avenida vacía de público y con un paso subterráneo (con su correspondiente bajada y subida) que se hace aun más larga de lo que realmente es. La única pequeña distracción en este punto es volver a cruzarnos con los primeros clasificados que  han pasado ya los 40 km, mientras yo me arrastro por el 28. Y, el segundo, son 1,5 km de subida al 3% de desnivel que, a estas alturas, me resulta más duro que las rampas de la Zegama.

   Esta pequeña tortura acaba en el 33 y tras un giro a la derecha es momento de intentar recuperar un ritmo crucero, pero es el viento (ese que no aparecía en la zona de la expo) el que decide tomar protagonismo y complicar aun más los últimos kilómetros. Probablemente no era ningún vendaval, pero se me hizo duro correr en su contra en esta parte del recorrido, antes de llegar al Paseo de Colón, donde los participantes en la carrera nos mezclamos con los corredores que simplemente trotan por aquí en una agradable mañana de domingo.

Disfrutando del ambientazo

  
Los cuádriceps siguen haciendo que vaya haciendo paradas de vez en cuando y, sin embargo, me siento bien de caja (bien, para haber recorrido ya 35 kilómetros!) por lo que sigo creyendo que, aunque el 3:15 ha quedado olvidado hace mucho, es viable acabar en menos de 3 horas y media y aprovecho las idas y venidas por las mismas calles para ver dónde está el pacer de ese tiempo y calcular el margen que me queda y, en este punto, compruebo que lo llevo a un kilómetro, lo que supone un margen de casi 5 minutos. Toca sufrir!!!

   Ya vamos enfilando poco a poco hacia abajo y me empieza a preocupar cómo van a responder mis piernas en la bajada. Estando fresco, disfrutaría apretando y subiendo el ritmo, pero con los muslos como los llevo sé que cada paso va a ser un castigo. Hace varios kilómetros que me dedico a animar a todos los corredores que me adelantan y a los que adelanto (hay muchos más de los primero…) y cambio algunas palabras con un corredor que está igual que yo y con el que nos vamos adelantando mutuamente cuando uno de los dos corre y el otro anda.

Los éxitos, compartidos, saben mejor!
   Y así llegamos de vuelta a aquella larga avenida donde antes veía a los primeros y es aquí donde se da un pequeño momento que me hizo mucha gracia: vuelvo a parar de correr justo cuando paso al lado de una participante de los 10 kilómetros que, tras haber hecho ya su carrera, está animando. Cuando me ve parar, me increpa amistosamente para que vuelva a correr y al ver que no consigue animarme, se ofrece a hacer de liebre durante unos metros, en los que volvemos a adelantar a mi compañero de agonías del que hablaba hace un momento al que invito a subirse “al vagón de los tullidos”. Nuestra liebre particular nos deja a menos de 2 kilómetros de meta, no sin antes “reprocharnos” que le debemos un fisioterapeuta.

   Consulto por última vez el reloj y, aunque a estas alturas me cuesta calcular, veo que es casi seguro que conseguiré el Sub 3:30. Estoy pletórico, ecstático… Voy a conseguir algo que hace no tanto tiempo me habría parecido imposible y la sonrisa que ya me ha acompañado en gran parte de la carrera, crece y crece a medida que avanzo metros y voy llegando a la zona con más público. El ambiente es brutal, la gente anima sin parar y, cuando no lo hacen, me encargo de exigirles más ánimos, a lo que responden al momento!

Vamoooooosssss!!!

  
Sólo queda una bajada, girar a la izquierda y enfilar la recta de meta. Ya se oye al speaker de meta y mis piernas han recuperado las fuerzas fruto de la adrenalina del momento. Tomo la última curva, veo los arcos de meta y, enseguida localizo a mi reportera que está grabando mi llegada. Aquí ya no pienso y salen las reacciones viscerales fruto de la emoción. La señalo con una sonrisa de oreja a oreja, me acerco y chocamos las manos, sin ser conscientes de que un fotógrafo está inmortalizando el momento.

   Apenas quedan 100 metros que recorro volviendo a pedir ánimos al público y cruzo la meta con los brazos en alto, gritando ¡Vamoooos! con toda la emoción y la felicidad asomando por cada poro de mi piel. Lo he conseguido y recojo mi medalla orgulloso de lo que acabo de lograr. Mi cuarta maratón está en la saca y ha sido 20 minutos más rápida que mi mejor marca. Tengo las piernas reventadas, pero no me importa lo más mínimo. Estoy feliz! Tanto que tardo un buen rato en darme cuenta que no he bebido nada al acabar la carrera, a pesar de estar seco.

Objetivo conseguido!

  
Y con el objetivo B cumplido (es decir, el que me planteé yo y no el que me propuso mi hermano!) toca una merecida ducha y disfrutar un poco más de la capital del Ebro, de un gran día, de un fantástico fin de semana, de la mejor compañía, eso sí, con mi medalla colgada al cuello.

   Ahora toca plantear nuevos retos (un 10k por debajo de 40 minutos) mientras pienso en hasta dónde podría llegar si algún día hiciera un planning de 4 o 5 días semanales de entreno, cuidando la alimentación y cumpliéndolo a rajatabla, algo que no sucederá porque sé que me agobiaría y dejaría de disfrutar y eso es lo que me gusta de correr.

 


  

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