27 ene 2015

Marató Costa Daurada Tarragona 2017. Sufriendo, pero finisher!

  Este pasado domingo día 18 me colgué mi segunda medalla de finisher en maratón y, por segunda vez, lo hacía en Tarragona. Fue una medalla que tuve que sudar y sufrir mucho porque, si algo tiene la distancia de Filípides, es que si no la preparas como es debido, te pone en tu sitio.

Preparado para sufrir
  Tras mi debut el año pasado con una marca de 3:48:49, me planteaba como objetivo para esta edición conseguir bajar de 3:45 y, con ese fin, me creé un plan de entrenamiento que, desde el primer momento, me salté a la torera. 

  Mi ideal de entrenamiento es levantarme prontito (a las 7 o las 8) para salir a correr y después afrontar el resto del día con la energía y motivación extra que te aporta el ejercicio. Pero por razones laborales me veo obligado a tener que correr a las 8:30 o 9 de la noche y me resulta demasiado fácil encontrar excusas para saltarme entrenos. Ni siquiera los fines de semana encontraba la motivación para hacer tiradas largas, ya que quería recuperar las horas de sueño perdidas entre semana. En resumen, muchos entrenos esquivados y muchas tiradas largas recortadas que hicieron que llegara a Tarragona con una media de tan solo 15 km a la semana.

  Y así llegó el día señalado con la duda de, no si sería capaz de acabar en 3:45, ni siquiera en 4, sino simplemente si sería capaz de terminar. Debido a esto, y aún siendo consciente de que no podría seguirlos hasta el final, me propuse seguir a las liebres  de 4 horas hasta donde pudiera, no tanto por acercarme a esa marca si no por poder hacer media carrera en grupo sin tener que preocuparme demasiado por el ritmo.
  Así que, tras despedirme de Maite que me estaría animando en seis puntos del recorrido (sin necesidad de moverse más de 500 metros desde la línea de salida) me coloqué en la parte trasera del pelotón para poder salir con calma, sin que la euforia me hiciera quemar unas fuerzas que necesitaría más adelante.

Primeros metros para los más rápidos
 Como ya sucediera el año pasado, la salida de las tres distancias (10k, Maratón y 30k, que sustituía al medio maratón) era conjunta, hecho que sumado a lo estrecho del circuito en los primeros 7 kilómetros hizo que tras el pistoletzao de salida, fuera difícil ir recortando posiciones para acercarme a las liebres que habían salido en la zona delantera. Me lo tomé con calma y, alrededor del segundo kilómetro pude contactar con ellos y poner el modo crucero para dejarme llevar hasta donde aguantaran mis fuerzas.

42 kilómetros por delante
 Poco después de engancharme a los que serían mis compañeros de viaje durante algo más de media carrera empezamos a cruzarnos con los primeros corredores que rondaban el kilómetro 5 y entre los que esperaba ver a Jaume Leiva quien, después de casi 2 años parado por lesión, volvía a tomar parte en una carrera (10k) con intención de estar con los primeros. Pero pasaron los primeros de los 10000m, pasó Chema Martinez (con su sempiterna sonrisa) comandando los 30 kilómetros y también lo hicieron los primeros maratonianos, sin rastro del de Terrassa. Poco después lo vi, corriendo en solitario, cojeando, cabizbajo, a un ritmo que distaba mucho de lo que él es capaz, dando la sensación de que la pesadilla que ha vivido en estas últimas temporadas volvía a tomar forma. "Ánimo Jaume" le deseé mientras seguía mi camino en dirección contraria a la suya, deseando de todo corazón que la cosa no fuera tan grave como me pareció. El día siguiente él mismo comentaba que "Ayer no pudo ser. Mi pierna aún no está para correr rápido. Inflamación aguda del poplíteo. Espero que sean pocos días sin correr". Desde aquí muchos ánimos y sigue luchando como hasta ahora!

  Volviendo a la carrera, seguimos avanzando por la escollera hasta el Far de la Banya, donde girábamos sobre nuestros pasos para desandar el camino y dirigirnos a la Platja del Miracle, justo después de ver a Maite por segunda vez y darle los guantes y la braga que había usado para protegerme del frío mañanero en la salida y los primeros compases de carrera. A partir de este punto ya no había problemas de espacio y se podía correr tranquilo sin tener que preocuparse por adelantar o ser adelantado por otros corredores. 

Quitándome lastre en el kilómetro 7; Guantes y Buff fuera!
  Tras un nuevo giro de 180 grados al final de la playa volvíamos por el paseo rumbo a la meta, donde los participantes en la prueba corta acabarían su recorrido y el resto nos adentraríamos en el centro de Tarragona (aunque fuera por poco tiempo). A partir de aquí la carrera iba picando hacia arriba poco a poco con alguna rampa más pronunciada alrededor del kilómetro 12 tras la que la carrera salía de nuevo del centro de la ciudad romana, dirigiéndose a las afueras. 

  El grupo de corredores que seguíamos a los pacers de 4h era estable y empezaba a haber bromas y risas que ayudaban a que los kilómetros pasaran más rápidamente. Uno de los momentos más divertidos fue cuando un corredor francés disfrazado de Wally aceleró dejando atrás al grupo y, unos metros después otro corredor exclamaba: "he encontrado a Wally! Está entre los setos meando!!!" Y, efectivamente, la camiseta de rayas rojas y blancas se adivinaba entre las ramas de los setos que se encontraban a la derecha de la N-340.

  En breve tendría una pequeña crisis más mental que física al entrar en la pista de atletismo de Camp Clar y venirme a la mente la edición del año pasado, ya que fue aquí donde me descolgué de las liebres de 3:45 y ya no pude volver a contactar. Pero enseguida me repuse cuando recordé que el año pasado se pasaba a por este punto en el kilómetro 30 mientras que, en esta ocasión, aún no habíamos pasado el 18.

  Y así, tras plantearnos hacer unas series de velocidad aprovechando que nos encontrábamos sobre el tartán, volvimos al asfalto y a deshacer, nuevamente, los kilómetros recorridos para dirigirnos hacia la zona del puerto, donde se encontraba la meta. Obviamente, si hasta aquí la carretera hacía subida, ahora tocaba bajar, algo que aprovecharon algunos corredores para volver a engancharse al grupo.

Protegido por el grupo de 4h en el kilómetro 9
  Cruzamos la media maratón y, a pesar de ir en bajada, empecé a notar que las piernas ya no iban tan frescas como hasta ahora y que el momento de descolgarme no tardaría demasiado en llegar, por lo que me acerque a los pacers y les di las gracias por adelantado por el trabajo realizado. Sumado a esto, notaba una molestia en la planta del pie que apuntaba a una ampolla pero que, sorprendentemente, al poco tiempo dejé de sentir, por lo que dejé de preocuparme. 

  Volvimos a pasar por la zona de meta a la sombra del yate particular más grande del mundo (180 metros de largo, ni más ni menos) que está pasando el invierno amarrado en el puerto de Tarragona y nos dirigimos, nuevamente, a la escollera. Aguanté la ida con el grupo, pero en cuanto éste se estiro al realizar el giro de 180º vi que me costaría demasiado recuperar los dos metros perdidos, así que cambié el chip y me mentalicé para seguir en solitario a partir de aquí. 

  Sólo pensar que me quedaban 17 kilómetros por delante me hacía verlo todo muy negro y empecé a pensar en tomar el desvío hacia meta de los participantes de los 30k y acabar la carrera, pero, por suerte, Maite estaba antes de ese desvío. 

  Ya casi había perdido de vista a las liebres y pensar en ritmos o tiempo me parecía una tontería, por lo que cuando llegué hasta ella me paré tranquilamente y le comenté que estaba pensando en retirarme. Me animó a seguir diciéndome que siguiera hasta donde pudiera y que, si después tenía que volver andando, que lo hiciera. 

Kilómetro 29. Planteándome seriamente retirarme.
  Seguí adelante sin estar del todo convencido pero con más ganas de intentarlo y sin enterarme pasé de largo el desvío que llevaba a meta. Cuando me di cuenta decidí seguir adelante y que fuera lo que fuera. Por suerte, este despiste que llevaba encima, también hizo que se me olvidara darle a Maite los manguitos que llevaba remangados en las muñecas desde el km 10 aproximadamente, pero que más adelante volvería a utilizar

  El cambio de recorrido respecto a la edición anterior, le había restado dureza al circuito gracias, sobre todo, a la eliminación de la subida de la Rambla Nova, pero por contra había dejado para los últimos kilómetros el tramo más rompepiernas del circuito que empezaba en el kilómetro 30 con la subida del Fortí de la Reina, sin duda alguna, la más dura de la carrera. 

  A pasitos cortos conseguí no parar de correr en toda la cuesta y emprendí la bajada hacia la Platja de la Rabassada y tras pasar por debajo de las vías volvíamos a tomar la N-340 dirección norte en esta ocasión. Estábamos en el kilómetro 33 aproximadamente y el cansancio era evidente, por lo que decidí que a partir de ese momento haría las subidas andando y correría en los tramos planos y de bajada. Tenía la boca seca y todavía faltaban un par de kilómetros para el siguiente avituallamiento, por lo que al ver a dos de los patinadores (la organización dispuso varios voluntarios con patines que iban arriba y abajo por el recorrido con Reflex, geles de frío, bebidas isotónicas... para quien lo necesitara; gran acierto) les pregunté si tenían agua y uno me contestó que sólo tenía su botella, pero igualmente me ofreció un trago que me sentó de lujo! Desde aquí, gracias!!!

 Seguí avanzando rumbo al punto más al norte del recorrido avanzando y siendo avanzado continuamente por otro corredor con el que empecé a bromear sobre nuestros adelantamientos, dignos de la Formula1. También en esta zona fui sobrepasado por Arcadi Alibés, el periodista de TV3 que estaba en el camino de completar su maratón número 124! 

Lo bueno de llegar tan tarde es que la recta de meta es sólo para tí!
  De nuevo, media vuelta y a volver para atrás, esta vez sí, rumbo a la meta. Mi carrera era ya una monótona sucesión de subidas andando más o menos rápido y rectas y bajadas corriendo a ritmo lento, pero enseguida tuve que cambiar esto, ya que en una subida, al alargar un paso un poco más de lo normal mi gemelo estuvo a punto de subirse, por lo que tuve que bajar aún más el ritmo en las subidas.

  Aproximadamente en el kilómetro 38 paré para estirar los gemelos y seguí mi lento avance hacia la meta, animando a los corredores que me adelantaban, a los que yo adelantaba, a los que iban en dirección contraria, agradeciendo al público los ánimos y respondiendo a lo que me decían, más por distraerme que por otra cosa:

-Público: "Ánimo que ya falta poco!"
-Yo: "No te creas! Aún falta un huevo! Jejeje"

-Público 2: "No pares! Sigue corriendo que tú puedes"
-Yo: "Si estoy corriendo, lo que pasa es que voy tan rápido que ni lo notas"

  Y así pasaban los metros hasta que en una subida coincidí con otro corredor, que, al igual que yo y que muchos otros a estas alturas, aprovechábamos las subidas para dar un bonito paseo por las playas de Tarragona. Empezamos a hablar y fuimos comentando nuestras experiencias en otras carreras, el circuito, el tiempo... mientras subíamos la rampa más larga que nos quedaba. 

  Cada vez estábamos mas cerca y tras la bajada del Fortí de la Reina, tan solo nos quedaba afrontar la Platja del Miracle y la recta de meta en el puerto. Subimos la recta del principio de la playa andando y empezamos a correr. La premisa: desde aquí, sin parar, hasta la meta! 

  Pero no pudo ser y en el kilómetro 41 tuve que volver a parar a estirar los gemelos. Le dije a Alex (que así se llama el que fue mi compañero en esos últimos kilómetros) que siguiera adelante y me respodió "no te preocupes, voy andando y en cuanto vuelvas a correr me pillas. Ya que hemos llegado hasta aquí, esto lo acabamos juntos!". Y así lo hicimos.

  Entramos en la línea de meta donde el público volvía a ser abundante y animaba con ganas. Localicé a Maite unos cuantos metros más alante y antes de llegar hasta ella pasamos junto a parte de la Marea Verde (los miembros del club I Run With Leiva) que animaban sin descanso a todos los corredores.

Con mi preciada medalla!!!
  Choqué la mano con Maite y seguimos hacia la meta. Sólo unos metros más. Esto estaba hecho! 

  El tiempo final fue de 4 horas y 20 minutos, pero eso era lo de menos. Lo importante es que había acabado y me llevaba a casa mi segunda medalla de finisher.

  Sé que nunca se debe decir "de este agua no beberé" pero intentaré por todos los medios no volver a correr un maratón sin haberlo preparado como es debido. Por el momento, voy a olvidarme de carreras y me voy a dedicar a correr cuando el cuerpo me lo pida, al ritmo que me apetezca en ese momento y llegando todo lo lejos que mis piernas quieran. Ya habrá tiempo más adelante para ponerse objetivos y planes de entreno, pero ahora no quiero volver a obligarme porque sé que, cuanto más lo haga, menos correré.

P.D. La molestia que noté a medio maratón resultó en una ampolla como un M&M rojo relleno de cacahuete!

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