29 nov 2021

Mitja Marató Espirall. Confirmado: el mejor momento de mi vida!

    En agosto de 2019 volví a empezar a correr "en serio" después de 2 años sin hacer prácticamente nada y de 5 sin llegar a coger una buena rutina. Sin prisa, pero sin pausa, fui cogiendo ritmo y, aunque estaba muy lejos de los ritmos de años atrás y apenas había pasado de los 10 kilómetros en un par de salidas, me vine arriba y me apunté a una media maratón y, más concretamente, a la media maratón más antigua de Cataluña, la Mitja Marató Espirall-Vilafranca. 

    Objetivo, tal vez, demasiado optimista, pero que me obligaba a ponerme las pilas y en ello estaba cuando, a 6 días de la carrera, me hice un esguince y se truncaron todos los planes. Resultado: 3 meses en el dique seco y una espinita clavada con esta carrera. Y cuando empezaba de nuevo a testar el tobillo... Confinamiento! 

    Probablemente impulsado por la rabia de haberme perdido una carrera (y tres meses de zancadas), el confinamiento se convirtió en el poco esperado retorno a esto de correr, llegando a hacer tiradas de hasta 6 km por la terraza de casa en lo que bauticé como The Hamster Sessions. 

    Sobra decir que, a la que se dio luz verde al deporte al aire libre, esas zancadas se multiplicaron y empecé a hacer tiradas de 10km a ritmos que me parecían más que respetables (entorno a 5:20 el km) y en menos de un mes recorrí por primera vez 21 km (de montaña). La rutina estaba creada y no tenía intención de parar.

    Era el momento de empezar a poner objetivos y, para ayudarme, apareció la Rainbow Virtual Series. Un circuito de carreras de 5k, 10k, media maratón y un maratón final a realizar por libre. El plan inicial era hacer todas excepto la distancia de Filípides, pero a medida que avanzaba el circuito y las marcas iban superando lo esperado (10k en 48:24, 5k en 20:45...) empecé a plantearme completar el circuito.

    Penúltima carrera: media maratón en 1:45:27. Sólo 4 minutos más lento que mi mejor marca, conseguida en 2013! 

    Decidido: el 22 de Noviembre de 2020 sería la fecha de mi tercera maratón. Sin liebres, sin avituallamientos, sin asistencia. Yo contra el asfalto y la tierra. Y de esa forma, con el frontal abriendo camino, mi mochila con el avituallamiento dentro y el GPS con la ruta prevista cargada, arrancaba a las 6 de la mañana dispuesto a dar una vuelta por gran parte del Alt Camp. 

    Algo menos de 4 horas después acababa mi reto marcando un tiempo tan solo 3 minutos más lento que mi debut en maratón, henchido de orgullo y casi sin creérmelo.

    Y de ahí en adelante a seguir corriendo, a seguir dándolo todo y a seguir mejorando. Sin ningún objetivo a la vista más que seguir disfrutando, seguí corriendo intentando ir mejorando la técnica, saliendo al monte siempre que podía y, en resumen, disfrutando muchísimo de este deporte que tanto odiaba de pequeño y que tantas alegrías me ha dado después.

    Y llega el primer momento de este año en el que, como digo en el título, veo que estoy en mi mejor momento. Tras haber salido a rodar unos cuántos días con mi colega Jesús (otro nivel!), me plantea hacerme de liebre para intentar batir mi marca de 10k. Dicho y hecho: 42:30! 8 años más viejo, un minuto más rápido.

    Seguimos entrenado y llega un día en que recibo un mail informando de la apertura de inscripciones para aquella media que nunca fue. Consulta rápida a la agenda para ver si la fecha me cuadraba e inscrito casi al momento. Pantallazo, mensaje a Jesús y ya tenía cómplice.

    Llega el turno de sacar la calculadora y empezar a hacer todo tipo de cuentas para calcular la marca que podía hacer: mi tiempo en 10k, el desnivel de la carrera, si hay o no liebres que me puedan ayudar, referencias de otras medias... y llego a la conclusión de que tengo que ir a por la hora 35. Sobre el papel me parece factible, pero me entra vértigo cuando pienso que se trata de bajar en 6 minutos mi mejor marca o de mejorar en 6 segundos los parciales de mi mejor Behobia, para la que hice un plan de entrenamiento cumplido casi a rajatabla en una época en la que podía entrenar a diario ya que no había obligaciones que me lo impidieran.

    Los entrenos van saliendo y voy pasando de estados de confianza máxima a momentos en los que lo veo totalmente descabellado....

    La casualidad quiere que la carrera sea justo un año después de mi maratón en autosuficiencia y, así, este pasado 21 de Noviembre, me planto junto a Jesús en Vilafranca con ganas de darlo todo y demostrarme que, efectivamente, a 2 semanas de cumplir 40 años, estoy en el mejor momento de forma de toda mi vida.

    Pasamos por la zona de desayunos donde todos los participantes pueden disfrutar de un café, magdalenas y catanias en un pequeño patio con estufas para no quedarnos fríos, dejamos las cosas en el guardarropa y es el momento de calentar. Rodamos suave durante un par de kilómetros y tras juntarnos con un colega de Jesús, nos dirigimos a la línea de salida, organizada por cajones según el objetivo de cada corredor, y nos separamos ya que ellos pretenden correr 9 minutos más rápido que yo.

    Nervios a flor de piel, optimismo controlado y un plan de carrera claro: salir detrás de las liebres de 1:29 e ir dejando que se alejen poco a poco intentando mantenerlos a la vista lo máximo posible para tener una referencia.

    Y tras el pistoletazo de salida llega el momento de la verdad. Por delante, 21 kilómetros y 97 metros en un recorrido que según lo que se aprecia en el track tiene tres partes diferenciadas: tras la salida, los primeros 4 kilómetros discurren por el centro de Vilafranca en una zona bastante llana, después salimos a la carretera y, entre viñedos, vamos subiendo de forma continua (salvo por una bajada) atravesando dos pueblos y llegando a un tercero donde daremos la vuelta para enfilar la vuelta por el mismo camino (remontando la subida que antes hemos descendido) y llegar hasta la meta.

    Los primeros 2 kilómetros pican ligeramente hacia abajo y eso, sumado a la emoción habitual de las salidas hace que marque dos parciales en 4:20 y 4:15 que suben a 4:30 en los dos kilómetros en sentido contrario, ritmo que intento mantener al salir a carretera abierta. Llegados a este punto, ya hace rato que he decidido que, a parte de intentar conseguir la marca objetivo, quiero disfrutar todo el recorrido así que voy devolviendo los aplausos al público y agradeciendo las muestras de apoyo.

    Bajo un sol magnífico y una temperatura ideal para correr (13 grados marcaba un termómetro que estaba a la sombra), me fijo que, se está formando un grupito alrededor mío y pregunto si todos vamos a por 1:35 ya que, si es así, podemos intentar ir juntos, pero nadie contesta así que me olvido y me centro en mi carrera. 

    A medida que pasan los kilómetro veo que lo que había apreciado en el track no se corresponde con la realidad y que el circuito es un conjunto de subidas y bajadas continuas que me recuerda a la zona de los toboganes de Lezo del antiguo recorrido de la Behobia. Esto hace que aparezcan dudas, pero los parciales siguen saliendo y me mantengo en un ritmo medio por debajo de 4:30 (ritmo objetivo) sabiendo que a la vuelta hay margen para apretar ya que predominarán las bajadas.

    Vamos pasando pueblos (Les Cabanyes y Vilobí del Penedés) y en cada uno de ellos, a parte de avituallamiento, hay muy buen ambiente. Mucha gente, sobre todo niños, la mayoría de ellos enfundados en la camiseta naranja de la Mitja Petita animando a todos los corredores. Y como ya he dicho, tenía ganas de disfrutar, así que me dedico a pedir al público que anime más aún y a chocar las manos con los más pequeños.

    Llegamos al último pueblo, Guardiola de Font Rubí y es el momento de girar 180 grados para emprender la bajada. En mis previsiones, debía llegar aquí con una media cercana a 4:35 que tendría que compensar a la vuelta, pero el reloj marca 4:27 por lo que veo que, si no pincho, el objetivo está conseguido y de sobras! En ese momento pienso en las Adidas SL20 que llevo en los pies y en lo fácil que salen los ritmos con ellas y me da la sensación que es una zapatilla de la que se habla poco y que por calidad precio vale muchísimo la pena.

    A sabiendas de que, desde que he empezado a correr pisando de medio pie, mis ritmos han mejorado, pero mis gemelos sufren muchísimo, mantengo la estrategia que llevo desde el kilómetro 5 de talonar en las bajadas para no cargar más de la cuenta y pisar "como Dios manda" en los llanos y subidas y encaro el regreso.

    Como era de esperar, los ritmos se vuelven más alegres y empiezan a rondar los 4:15 consiguiendo mantenerme por debajo de 4:30 en los dos kilómetros con más desnivel positivo e incluso marcando un 4:04 en la bajada más fuerte.

    Esto está hecho! Con dos kilómetros por delante y Vilafranca a la vista, la sonrisa que me ha acompañado toda la carrera se intensifica aún más. Sé que voy a destrozar mi marca y que voy a estar muy por debajo de mis predicciones más optimistas. 

    Entro en Vilafranca para encarar los 500 últimos metros y aprieto un puntito por la penúltima recta antes de encarar la de meta. Giro a la izquierda. Al fondo el arco de meta, a los lados el público tras las vallas y en medio yo, con ganas de fiesta. Así que empiezo a agitar los brazos pidiendo al público que anime, como si se tratara de un atleta de élite, y el público responde! 

   Y con una sonrisa de oreja a oreja y la vista puesta en el reloj de meta que se mantenía por debajo de 1 hora y 34 minutos, crucé la meta de una carrera a la que muy mal se tienen que dar las cosas para que no vuelva otro año.

    Finalmente el tiempo fue de 1:33:36 lo que supone una media de 4:24 o lo que es lo mismo, 8 minutazos menos que mi mejor media y 12 segundos por kilómetro más rápido que la Behobia de 2013, el que hasta ahora era, sin duda, mi mejor momento.

    Ya sólo faltaba recoger el avituallamiento de meta, que, como todo en esta carrera está hecho con cariño (empaquetado en una mochilita de cuerdas) y pasar a recoger la sudadera de Finisher. Y es que en esta media, cuya inscripción sólo cuesta 10 euros, tienes camiseta, sudadera, avituallamientos con agua, isotónicos y geles, desayuno, guardarropa, servicio de recuperación, acceso a las piscinas, duchas... 

    Y como me suele ocurrir al acabar una carrera, al día siguiente ya me estaba calentando con el próximo reto... ¿Asalto a los 40 minutos en la Cursa dels Nassos? ¡¡¡Quién sabe!!! 


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