11 ene 2022

40 años. 40 minutos.

    Supongo que no debo ser el único al que le pasa que, nada más acabar una carrera (y, sobre todo, si ésta ha ido bien) empiezo ya a pensar en el próximo reto y, obviamente, esto también sucedió tras la Mitja Espirall-Vilafranca.

   Mejor marca en media maratón en un circuito que no es el más rápido del mundo y superando con creces el objetivo que me había propuesto... consecuencia: me plantee un objetivo que, si alguien me hubiera propuesto hace no mucho tiempo, me habría parecido una auténtica locura y totalmente fuera de mi alcance. De hecho, mi colega Jesús, tras hacerme de liebre para conseguir correr 10k en 42:30, me lo dejó caer y lo tildé de loco. Pero la adrenalina afecta al raciocinio y sin pensar mucho y tras decidir apuntarme a la Cursa dels Nassos (la San Silvestre de Barcelona) me dije a mi mismo que iba a intentar bajar de 40 minutos!!! 

   El éxtasis es efímero y, tras la calentada inicial, el buen juicio empezó a volver a mí y decidí replantearme ese objetivo, aparentemente, tan descabellado. Ya habían pasado dos semanas de la media y acababa de cumplir 40 años y, ése número tan redondo, me hizo pensar que me haría gracia conseguir bajar de 40 minutos con 40 años, pero que no hacía falta que fuese ya; tenía todo un año por delante para conseguirlo. Y en éstas estaba cuando decidí ponerle nombre al reto: 40 años, 40 minutos.

   Sin duda, la primera posibilidad de conseguirlo seguía siendo el 31 de diciembre corriendo por las calles de Barcelona en un circuito muy propicio para ello, pero entre entrenar poco y la cabeza fría, cada vez descartaba más esa idea y me quedaba con un objetivo más asequible, pero que también me servía: bajar de 42 y hacer marca personal en 10K por segunda vez en un año.
   Y así se fue acercando el día de la prueba con pocos entrenos, las navidades por en medio y una persona diciéndome que los 40 minutos eran posibles. Mi bro, que creo que es mi fan número uno, insisitía en que sí, que era posible. Que no era fácil, pero que no perdía nada por intentarlo. Y yo insistiendo que no y buscando excusas. Y es que no hay como no confiar para ponerte palos en las ruedas a ti mismo. Debido a que no tenía una marca acreditada en 10 kilómetros, me veía "condenado" a salir atrás del todo entre gente más lenta que yo y sin liebres que me pudieran ayudar. Y eso que había preguntado a la organización si se podía modificar acreditando la media maratón y me habían dicho que sí, que al recoger el dorsal lo podía hacer, pero ya me estaba planteando no molestarme en ello y correr sin presión.

   Llegó fin de año y fui a recoger el dorsal dudando si jugar la carta del cajón o no y, finalmente me decidí. Total, tampoco tenía nada que perder! Me dan mi dorsal (el 2222!!! ;P ) e indico que me gustaría modificar el cajón de salida. La chica mira la marca de la media maratón, empieza a hacer cálculos para decidir en qué cajón ponerme y finalmente, tras dudar entre el naranja y el amarillo, me da el primero, el más rápido de los dos. 

   Vuelta a casa de mis tíos (donde iba a pasar la nochevieja) y momento de comer y prepararse para la carrera. Y como invitado que era en casa ajena, ni me planteé proponer que me hicieran un menú especial para correr y acabé comiendo lo que había: alubias blancas con chorizo. Perfecto. Una excusa más si la carrera no iba según lo esperado!!!

Primeros metros

   Llegó la hora de plantarse en el cajón de salida, previo paso por el guardarropa que estaba situado a 1km de distancia y que me daba esos mil metros para calentar un poquito antes de enfrentarme al último reto del año. A estas alturas, todavía no sabía qué liebres habría en mi cajón y la idea era adaptarme a ellas: si eran de 42 minutos, con ellas hasta meta. Si eran de 40, seguirlas lo que pudiera y después dejarme llevar.

   Colocado en la parte trasera del cajón naranja, veo que se plantan dos liebres de 40 en la parte de delante, lo que suponía que, si quería correr con ellas, tendría que adelantar a muchos corredores con el gasto extra que eso supondría, pero, por suerte, momentos antes del pistoletazo, uno de ellos reculó y se plantó justo delante mío. Se acabaron las excusas.

   A las 17:15 se dio la salida y ya sólo quedaban tres cosas por hacer: correr, sufrir y disfrutar. 

   Tras los primeros metros (con mascarilla), se empieza a crear un grupo detrás de la liebre y toca ir cogiendo sitio en el vagón para intentar que la travesía sea lo más cómoda posible. A pesar de la cantidad de gente, intento mantener la distancia con el resto de corredores del grupo y eso hace que pase el primer kilómetro entretenido y casi sin enterarme mientras el grupo se va "estabilizando" poco a poco y, más allá de tener que esquivar a algunos corredores que, claramente, han salido en un cajón muy por encima de su nivel, entramos en ritmo crucero. Eso sí, el crucero más rápido de mi vida! 

   Pasamos el segundo y tercer kilómetro y mientras en mi cabeza la duda no es si conseguiré o no el reto, si no cuánto tardaré en descolgarme de la liebre, a ésta se le rompe el soporte de la bandera que marca el ritmo y, a partir de ahí, empieza su lucha para seguir marcándonos el ritmo mientras aguanta la bandera como puede ya que, lejos de caerse, se queda colgando de una cuerda y tiene que ir buscándose la vida para no llevarla a rastras. 

   Este hecho hace que vuelva a ver clara la importancia de la cabeza a la hora de correr ya que, durante aproximadamente un kilómetro en el que voy entretenido viendo cómo varios corredores intentan recolocar la bandera, no paso ni un momento de duda y los metros pasan sin casi enterarme.

La lucha contra la bandera

   Llegamos al ecuador de la prueba donde se encuentra el avituallamiento, que está puesto a traición! En un recorrido que, según Strava, sólo tiene 17 metros de desnivel positivo, no se les ocurre otra cosa que colocarlo justo en una de las dos rampas "duras" de la carrera. Este hecho, sumado a que me tiro medio vaso de agua por la cara (de forma totalmente involuntaria), hace que pierda unos metros respecto al "pacer" y que empiece a pensar que el objetivo se va a escapar. Pero, como dice mi hermano, "el que no lo intenta, no fracasa" así que aprieto los dientes y me vuelvo a reenganchar.

   Nos acercamos al kilómetro 7 y cada vez que pienso hasta dónde he llegado ya, se me dibuja una sonrisa en la cara. A no ser que me parta una pierna, la marca personal está más que conseguida y los 40 minutos empiezan a parecer reales. Es el momento de empezar con mis juegos mentales: una de las cosas que me ayuda en carrera es extrapolar la distancia que me queda a una distancia equivalente en los recorridos que hago de normal para tener referencias más claras de lo que me queda por delante. Así que, mientras mi cuerpo enfila la última subida antes de incorporarse a la Diagonal para descender hasta la meta, mi cabeza está recorriendo los últimos metros del polígono de Valls.

   Sólo faltan dos kilómetros. Estoy tocando lo imposible con la yema de los dedos. Me falta aire y cuesta aguantar el ritmo, pero sigo en la pelea. Y en éstas estoy cuando, sin darme cuenta veo que estoy adelantando a la liebre. Pienso que es raro ya que no tengo la sensación de haber acelerado y mis sospechas se confirman cuando, al pasar por su lado me dice que tire "p'alante"! Parece ser que la lucha con la bandera ha hecho estragos y ya no es capaz de mantener el ritmo, así que sálvese quien pueda!

   Busco referencia en la espalda de algún corredor que vaya por delante mío sin saber si será el ritmo adecuado, pero no me veo capaz de mantener el ritmo "por sensaciones" ya que voy al límite. Lo que tenga que ser será! Mi mirada pasa contínuamente de mi improvisado nuevo gregario hasta allí donde alcanza mi vista y viceversa en busca del giro a la derecha que nos colocará en la línea de meta.

   Y nada más girar, el éxtasis! una última mirada el reloj me dice que estoy corriendo a una media de 3:57!!! No me lo puedo ni creer: voy a conseguir bajar de 40 minutos en 10 kilómetros. Es hora de disfrutar de los últimos metros; de levantar los brazos al aire; de sonreír; de gritar "VAMOOOOOSSS!"; y de cruzar la meta más especial de mi vida.

   40 minutos. 40 minutos que me demuestran algo que he descubierto no hace mucho: en gran cantidad de ocasiones nos ponemos límites a nosotros mismos que no son reales. 

   Estoy en una nube de euforia, pero no quiero dejar de agradecerle al "luchador de la bandera" la ayuda para llegar hasta donde he llegado, así que espero a que cruce la meta para darle las gracias con una sonrisa de oreja a oreja. En otro momento, probablemente le habría dado un abrazo, pero el momento en el que nos encontramos no lo recomienda, así que chocamos los puños y me voy como si en lugar de nochevieja fuera el día de reyes y me hubiesen regalado todo lo que quería.

   De camino al guardarropa entro a mirar la clasificación y veo que mi tiempo oficial es de 40:02. Se me han escapado 2 segundos, pero me da exactamente igual! Quiero compartirlo y llamo a mi bro que tras darme la enhorabuena y, como buen hermano mayor que es, me suelta un "¿ves cómo sí que podías? ¿qué te había dicho yo?".

   Y de esta forma cerré el mejor año a nivel deportivo de mi vida. Quién me iba a decir a mí que con 40 años sería capaz de correr 10 kilómetros en 40 minutos...

   ¿Próximo objetivo? Miedo me da planteármelos, porque soy capaz de conseguirlos!!!


-Strava: https://www.strava.com/activities/6452682593

-Llegada a meta. Minuto 41




   

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