27 mar 2013

XIII Mitja Marató de la Calçotada


   24 de Marzo era el día que marqué en mi calendario tras la Behobia-San Sebastián  para atacar el dorsal rojo de la misma, o, lo que es lo mismo, para intentar bajar de 1 hora y 38 minutos, pero como ya os comenté en un post anterior, abandoné este objetivo después de no seguir el plan de entrenamiento que me había planteado.

Ultimos preparativos
   De este modo, me plantaba en la línea de salida de la Mitja Marató de la Calçotada en Valls, tierra de los calçots y los castells, sin tener absolutamente ni idea del tiempo que podía conseguir, tras llevar una temporada corriendo bastante poco y sin gps ni reloj. 

   Mi mejor tiempo en Media Maratón (conseguido el año pasado en esta misma carrera) era de 1:47’46” así que me fijé el objetivo, que consideraba bastante realista, de bajar de una hora y tres cuartos, para lo que intentaría correr a 4:55 el kilómetro, dejándome un margen por si me desfondaba en la parte final.

   La salida se dio a las 10 en punto y los 450 inscritos (más que en la edición pasada, al no coincidir con la Maratón de Barcelona) cruzamos la línea de salida que el día anterior había sido la de meta en la penúltima etapa de la Volta a Catalunya, frente al Pavelló Xavier Tondo, como homenaje al ciclista “vallenc” que perdiera la vida hace pocas temporadas. 


Salida de la carrera
     Como es habitual, salí demasiado rápido, marcando un primer parcial de 4:33 a partir del cual bajé el ritmo para ir marcando tiempos de entre 4:40 y 4:50 en los siguientes 4 kilómetros. Al parecer, aún no he perdido toda la velocidad que cogieron mis piernas para la Behobia, así que decidí intentar rodar a un ritmo superior al planteado antes de la carrera manteniéndome en estos parciales.

   Aproximadamente en el kilómetro 5, a la entrada de Alió, se encontraba el primer avituallamiento que no me sentó demasiado bien ya que, tras el primer trago me entró flato, aunque se me pasó a los pocos metros. 

Primeros metros
   Es en este pueblo es donde la carrera de 10,5 kilómetros y la media maratón se separan; mientras los de la carrera corta giran 180 grados para volver sobre sus propios pasos, los de la larga girábamos a la derecha por un callejón para encarar el tramo más duro y, a continuación, el más bonito de la carrera. El primero de ellos lo conforman la subida al puente que pasa sobre la carretera principal y la posterior rampa que, aunque cortas, tienen bastante pendiente y se pueden llegar a atragantar. Por suerte para mí, las piernas seguían más o menos frescas y subí a buen ritmo para afrontar mi parte preferida: un camino estrecho (pero bien asfaltado) que zig-zaguea entre viñas y campos de olivos con ligeras subidas y bajadas y que nos llevan hasta la localidad de Bráfim.

   Nos plantamos en las calles del pueblo poco antes de cruzar el kilómetro 10 y me tomé un gel antes de llegar al segundo avituallamiento que se encuentra a la salida del pueblo, mientras un espectador se deja la voz animando… aunque de forma poco afortunada, ya que no paraba de repetir que “ya casi estáis”, cuando quedaba más de media carrera.

Ultimos metros del ganador
   A partir de este punto, tocaba correr lo más arrimado al arcén posible ya que los coches circulaban por el carril contrario, eso sí, despacio y, en algunos casos, animando a los corredores.   

   Al paso por el kilómetro 14 mis piernas empezaron a notar el cansancio y bajé un poco el ritmo que hasta ese momento era de 4:44 aunque me mantuve en parciales similares, preparándome para el paso por Puigpelat. La entrada a esta localidad es en subida y tras atravesar el pueblo afrontabamos una bajada muy pronunciada haciendo “eses” que, a estas alturas, lejos de servir para subir el ritmo, sirvió para machacar un poco más las piernas.

   Tercer avituallamiento y se acercaba mi momento más temido, donde peor lo pasé el año pasado: un tramo de unos dos kilómetros que nos llevan hasta el kilómetro 17 en constante aunque suave subida.  Aunque ya empezaba a estar petado, lo pasé sin mayores dificultades y tras recibir los ánimos del ganador del año pasado Xavi García, quién no paraba de dar aliento a todos los corredores, afrontaba la recta laaaarga que me llevaría hasta el 20.

Recta de meta
Fue aquí donde empecé a sufrir y me desfondé. Las piernas me pesaban como si fueran de plomo e intentaba a duras penas mantener un ritmo decente marcando un parcial de 5:05 en un tramo totalmente llano.

   A pesar de ello, seguía manteniendo un ritmo medio de 4:48 lo que me motivaba para no echar la toalla. Alargué las zancadas en la zona de bajada antes de la última pequeña rampa para contrarrestar la “clavada” que preveía y tras tomar dos segundos de aliento en un mini llano, me dejé llevar cuesta abajo por la recta de meta donde “mis fans” me estaban esperando para animarme.

   Crucé la línea de meta en 1:41’26” marcando un crono mucho mejor de lo que me esperaba, contento, orgulloso… Y MUERTO! Nada más cruzar la meta me senté en el suelo a recuperarme y tuve que informar a los de la Cruz Roja (que me miraban preocupados) que me encontraba bien y que sólo necesitaba recuperar el aliento.

   Tras recoger la bolsa del corredor y mi avituallamiento (agua, plátano, naranja, coca, Aquarius y cerveza sin alcohol) sólo quedaba recoger el premio que me había tocado en el sorteo de obsequios de los patrocinadores!

   Una vez duchado y tras masajear mis muslos destrozados con una crema de frío para recuperarlos del esfuerzo, era hora de disfrutar de aquello que da nombre a esta carrera: una buena calçotada!

   Al final he sacado tres conclusiones (y una mejor marca personal) en esta carrera: 
1-      Si hubiese seguido el plan de entrenamiento, habría conseguido el dorsal rojo!
2-      Tengo ritmo, lo que no tengo es resistencia. 
3-      Los excesos al principio, se pagan al final!!!



Muerto... pero contento!

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